El Reino de Jerusalén fue instaurado en 1099, como resultado de la Primera Cruzada. Su primer líder político fue Godofredo de Bouillon, duque de Lorena, que rehusó convertirse en rey de Jerusalén y a cambio aceptó el cargo de "Defensor del Santo Sepulcro", regentando el territorio hasta que se decidiera qué tipo de gobierno lo estructuraría políticamente. Algunos cruzados pensaban que debía ser gobernado como una teocracia por el Papa, una idea que el legado papal, Daimberto de Pisa, trató de imponer en 1100. Godofredo posiblemente hubiera estado de acuerdo con ello y hubiera intercambiado el reino teocrático de Jerusalén por uno secular en Egipto, pero durante su corto reinado se sentaron en Jerusalén las bases de un reino secular, pese a los esfuerzos de Daimberto. Rápidamente se estableció una jerarquía católica que sustituyó a las autoridades cristianas ortodoxas griegas y sirias: un Patriarca Latino se instaló en Jerusalén, y con él gran número de obispos y arzobispos que dependían de él. Godofredo murió en 1100. Su hermano y sucesor, Balduino I, se decantó claramente por una monarquía secular al estilo de las de Europa occidental. Balduino no era tan escrupuloso como su hermano, y se hizo coronar rey de Jerusalén (aunque Daimberto, entonces Patriarca Latino de Jerusalén se negó a coronarlo en dicha ciudad y la ceremonia tuvo lugar en Belén).
Balduino extendió con gran éxito las fronteras del reino, conquistando los puertos de Acre (1104), Beirut (1110) y Sidón (1111), al mismo tiempo que ejercía su soberanía sobre otros estados cruzados: el condado de Edesa (que él había fundado), el principado de Antioquía, y más tarde, cuando se conquistó Trípoli, el condado de Trípoli. Igualmente tuvo éxito en su defensa del reino frente a las sucesivas invasiones musulmanas que tuvo que afrontar: la de los fatimíes de Egipto, a los que venció en Ramla y en diferentes lugares al sudoeste del reino; y la de los musulmanes de Damasco y Mosul, en el noreste, en 1113. Asimismo, fue testigo de un aumento en el número de habitantes latinos, debido a que la pequeña Cruzada de 1101 trajo consigo refuerzos para el reino. Las ciudades-estado italianas de Venecia, Pisa y Génova comenzaron a jugar un papel muy importante en el reino. Sus flotas ayudaban a la toma de los puertos, donde posteriormente se les concedían barrios en los que tenían gran autonomía económica. Balduino también repobló Jerusalén con cristianos nativos, después de su expedición más allá del río Jordán en 1115. De todos modos el reino nunca superó su aislamiento geográfico de Europa, ni fue capaz de aumentar sus fronteras más hacia el Este con fin de crear un frente con más posibilidades de defensa.
Balduino I murió sin herederos en 1118, y le sucedió su primo, Balduino de Le Bourg, conde de Edesa; Balduino II fue igualmente un rey capaz y supo defenderse frente a los ataques de fatimíes y selyúcidas. En su reinado se estableció la primera de las órdenes militares y las fronteras del reino siguieron ensanchándose con la captura de la ciudad de Tiro en 1124. La influencia del reino de Jerusalén se extendió igualmente sobre Edesa y Antioquía, en las que Balduino II actuó como regente al morir sus gobernantes en el campo de batalla, aunque Balduino mismo fue derrotado y puesto en prisión por los turcos selyúcidas varias veces a lo largo de su reinado, y el propio reino de Jerusalén debió ser gobernado por un regente. Las hijas de Balduino se casaron con familiares del conde de Edesa y del príncipe de Antioquía. Su hija Melisenda fue declarada su heredera y le sucedió a su muerte en 1131.
Melisenda reinó junto con su marido Fulco, primer conde de Anjou (Fulco de Jerusalén). Durante su reinado tuvo lugar el apogeo artístico y económico del Reino, con la edición del Misal de la reina Melisenda encargado entre 1135 y 1143, y la construcción de la iglesia del Santo Sepulcro, que fue finalmente completada en 1149, en estilo gótico occidental. Fulco, renombrado comandante, tuvo que enfrentarse a un nuevo y peligroso enemigo: el Atabeg Zengi de Mosul, que se extendió sobre Alepo. Aunque durante todo su reinado consiguió mantenerlo a raya, los Estados cruzados del norte comenzaron a resentirse de la soberanía de Jerusalén e iniciaron intrigas contra su rey. Fulco murió en un accidente durante una cacería en 1143, y Zengi aprovechó esta muerte para conquistar el condado de Edesa en 1144. La reina Melisenda, en aquel momento la regente de su hijo primogénito, Balduino III, designó un nuevo condestable que se convirtió en el nuevo dirigente del ejército, Manasses de Hierges.
En 1147 llegó a Tierra Santa una Segunda Cruzada. Los componentes de esta Segunda Cruzada se encontraron en Acre en 1148. Para intentar frenar los avances de Zengi y de su hijo y sucesor Nur al-Din, los reyes cruzados Luis VII de Francia y Conrado III de Alemania decidieron atacar al emir de Damasco, aliado del reino de Jerusalén. Los cruzados occidentales veían en Damasco un objetivo fácil y el joven Balduino III, posiblemente deseoso de impresionar a los monarcas europeos, estuvo de acuerdo con los planes, que se llevaron a cabo a pesar de la oposición de la reina Melisenda y su condestable Manasses, quienes eran de la opinión de que el objetivo principal debería ser la ciudad de Alepo, ya que mediante su toma habría más posibilidades de reconquistar Edesa. La Cruzada acabó con derrota en 1148 en el desastroso asedio de Damasco.
Melisenda continuó su mandato como regente pese a que Balduino había llegado a la mayoría de edad. Finalmente Balduino derrocó a su madre en 1153, llegando ambos a un acuerdo consistente en dividir el reino en dos: Balduino gobernaría desde Acre en el Norte y Melisenda en el Sur desde Jerusalén, pero los dos sabían de antemano que la situación era inestable. Así, Balduino, muy pronto invadió los terrenos de su madre, derrotó a Manasses, y asedió a su madre en la Torre de David en Jerusalén. Melisenda finalmente se rindió y abandonó la regencia dejando a su hijo Balduino III como único monarca. No obstante, Balduino al año siguiente la volvió a elegir como regente y consejera jefe. Balduino III conquistó a los reyes fatimíes Ascalón, su último bastión en la costa palestina. Al mismo tiempo la situación general de los cruzados empeoraba cada día ya que Nur al-Din consiguió tomar Damasco y de este modo se unificó toda Siria bajo su mandato.
La población del reino fue siempre escasa: aunque constantemente llegaba un pequeño flujo de colonos y nuevos cruzados, una gran parte de los que habían luchado en la Primera Cruzada volvieron a sus casas sin más. Los latinos no fueron más que el estrato superior situado sobre los musulmanes nativos y la población siria. No obstante, Jerusalén pasó a ser conocida como "Outremer", palabra francesa que significa Ultramar, y, conforme las nuevas generaciones crecían en el reino, comenzaron a considerarse orientales en vez de inmigrantes. Así, en muchos sentidos, se comportaban más como los orientales (sirios) que como los europeos occidentales de aquellos días. Con frecuencia aprendían griego, árabe y otros idiomas orientales, asimismo establecían enlaces matrimoniales con griegos y armenios. Tal y como el cronista Fulquerio de Chartres escribió:
- Citación :
- nosotros que éramos occidentales ahora nos hemos convertido en orientales.
El reino de Jerusalén se basó en un sistema feudal similar al de la Europa de su tiempo, aunque con importantes rasgos propios. Para empezar, el reino ocupaba sólo una pequeña franja de terreno y disponía de escaso suelo agrícola. En la zona, a diferencia de la Europa medieval, la economía había sido predominantemente urbana desde tiempos inmemoriales. Aunque la nobleza técnicamente poseía tierra, prefería vivir en Jerusalén o en otras ciudades, cerca de la corte. Al igual que en Europa, los nobles poseían sus propios vasallos, al tiempo que ellos mismos eran vasallos del rey; sin embargo, la producción agrícola se regulaba por el equivalente musulmán del sistema feudal (denominado itqa), sistema que no fue cuestionado por los cruzados. Aunque los musulmanes (al igual que los judíos y los cristianos orientales) fueron perseguidos en las ciudades (y a los musulmanes al principio se les prohibió la entrada en Jerusalén), en las zonas rurales continuaron viviendo como antes. El rais, jefe de la comunidad musulmana, era una especie de vasallo del noble propietario de la tierra en la que vivía, pero como de hecho los nobles cruzados eran terratenientes absentistas, el rais y su comunidad tenían un alto grado de autonomía. Cultivaban alimentos para los cruzados, pero no estaban obligados a un servicio militar como los vasallos europeos. Las ciudades-estado italianas, por su parte, no pagaban nada a pesar de poseer barrios en las ciudades portuarias. Como resultado de todo ello los ejércitos cristianos solían ser pequeños, y compuestos por individuos pertenecientes a las familias francesas de las ciudades. El mayor problema de la sociedad cruzada era que un elevado porcentaje de la población estaba constituido por peregrinos y soldados que sólo permanecían allí durante un tiempo. Por esta razón nunca llegó a consolidarse una sociedad occidental estable y, por lo tanto, se hizo necesario recurrir a la población local en busca de efectivos militares. La carencia de soldados se solucionó parcialmente con la creación de las órdenes militares. Los Templarios y los Caballeros Hospitalarios, órdenes creadas en los primeros años de la historia del reino (1118 y 1113 respectivamente), con frecuencia tomaban el lugar de los nobles en el campo de batalla. Aunque su cuartel general estaba en Jerusalén, los caballeros habitaban generalmente en enormes castillos y eran gobernados directamente por el Papa, no por el Rey. Eran autónomos y, técnicamente, no estaban obligados a un servicio militar, aunque de hecho participaron en la mayor parte de las batallas.
La composición básicamente urbana de la zona, junto con la presencia de los mercaderes italianos, llevó al desarrollo de una economía que tenía mucho más de comercial que de agraria. Palestina desde siempre había sido un cruce de caminos en el que se encontraban diferentes rutas comerciales; ahora este comercio se extendió hasta Europa. Los productos europeos, tales como las lanas del Norte de Europa, llegaron hasta Oriente Medio y Asia, mientras que los productos asiáticos llegaban a Europa. Jerusalén se dedicó especialmente al comercio de la seda, algodón y especias; otros productos que se dieron a conocer en Europa por primera vez debido al comercio iniciado por este reino fueron las naranjas y el azúcar. Las ciudades-estado italianas extrajeron de este comercio beneficios enormes, que luego se reflejarían en la opulencia del Renacimiento, varios siglos más tarde. Jerusalén, a su vez, obtenía beneficios a través de los tributos, en primer lugar de las ciudades costeras que aún no había conquistado, y después de los estados vecinos como Damasco y Egipto, a los que no pudo conquistar directamente. Una vez Balduino I extendió sus dominios allende el Jordán, Jerusalén también obtuvo beneficios de las tasas que cobraba a las caravanas que cruzaban de Siria a Egipto o Arabia. Esta economía monetaria permitió que el problema de la escasez de efectivos militares se solucionase recurriendo a contratar mercenarios, algo poco habitual en la Europa medieval. Los mercenarios podían ser cruzados europeos, o bien, con más frecuencia, soldados musulmanes como los famosos turcoples.
Con las conquistas de la Primera Cruzada la tierra fue repartida entre los vasallos leales a Godofredo de Bouillon, creándose de este modo un gran número de señoríos dentro del reino. Así continuó con los sucesores de Godofredo. Además, el rey era asistido por varios funcionarios del estado. Dado que los nobles tendían a vivir en la ciudad en vez de en el campo, su influencia sobre el Rey era mucho mayor de lo que era habitual en Europa. Los nobles constituían la Haute Cour (Cámara Alta), una forma inicial de parlamento que asimismo se estaba ya desarrollando en Europa. La Cámara Alta estaba formada por los obispos y los nobles más importantes, y era la responsable de confirmar la elección del nuevo rey (o la regencia si se daba el caso), recaudar impuestos, acuñar moneda, asignar dinero al rey y reclutar ejércitos. La Haute Cour era el único órgano judicial para los nobles del reino, y actuaba en casos como asesinato, violación y traición, o simplemente en disputas entre señores feudales tales como recuperación de esclavos, venta y compra de feudos, y carencias de servicios. Los castigos podían llegar a la confiscación de la tierra y exilio, o, en casos extremos, a la muerte. Había otras cámaras o tribunales de menor importancia, para latinos no nobles así como para no latinos: La Cour des Bourgeois era el tribunal para los latinos no nobles, y también había una tribunal especial como el Cour de la Fond y el Cour de la Mer utilizados para los mercaderes en las ciudades costeras. Los tribunales islámicos continuaron como antes de la invasión, y asimismo los tribunales de los cristianos orientales, aunque los crímenes capitales eran juzgados también en la Cour des Bourgeois (o incluso la Haute Cour, si el crimen era los suficiente severo). El rey era el presidente de la Haute Cour, aunque legalmente era "primus inter pares". El rey y dicha cámara se localizaban normalmente en Jerusalén, pero el rey podía hacer reuniones (cortes) también en Acre, Nablús o Tiro, o donde se diera el caso. En Jerusalén la familia real vivía en el palacio y aledaños, que se situaban en los alrededores de la Torre de David, o bien, como alternativa, en el Monte del Temple, donde los Caballeros Templarios tenían su cuartel general.